Monseñor Chico Martínez recuerda, en este Viernes Santo, que «la Cruz no es el fin, sino el principio de la esperanza»

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VIERNES SANTO

El Viernes Santo ha comenzado, en la Catedral de Jaén, con el rezo solemne de Laudes. Ya por la tarde, el Obispo de Jaén, Don Sebastián Chico Martínez, ha presidido la celebración de los Santos Oficios de este Viernes Santo, en el primer templo de la Diócesis. Una ceremonia solemne, marcada por la sobriedad en la ornamentación del presbiterio, la mesa de altar desnuda ante la muerte del Crucificado y el templo en penumbra.

Don Sebastián ha estado acompañado por el Provicario General de la Diócesis, D. José Antonio Sánchez; el Canónigo y Rector del Seminario, D. Juan Francisco Ortiz; y otros miembros del Cabildo catedralicio como D. Juan García, D. Juan Herrera, D. Antonio Aranda, D. Manuel Carmona, D. Raúl Contreras y D. Antonio Lara; así como el secretario particular del Obispo, D. Francisco Javier Cova. Del mismo modo han participado en la celebración el diácono permanente D. Francisco Javier López; los seminaristas, que han acompañado con sus cantos, y el canónigo y organista, D. Alfonso Medina.

Tras la procesión de entrada, al llegar al presbiterio, el Prelado se ha postrado ante el altar. Los demás concelebrantes, seminaristas y pueblo fiel se han arrodillado.

Las lecturas han sido participadas por dos jóvenes y una religiosa. Después, el relato de la pasión y muerte de Cristo, según San Juan, ha sido cantado por D. Juan Francisco Ortiz y los seminaristas Guillermo Ballesteros y Salvador Ruiz.

Homilía
El Obispo ha realizado su predicación sentado y sin mitra. Ha comenzado recordando que la Iglesia guarda silencio en este día. «El altar está desnudo, el canto es sobrio, no ha incienso, solo la Cruz, centro de nuestra mirada y de nuestra fe. La muerte del Hijo de Dios nos sobrecoge: no fue fruto del azar, sino de la ceguera, la ambición y la cobardía humanas. Pero también fue el acto supremo del amor de Dios, del “amor arrodillado” que en Cristo se acerca a nosotros para rescatarnos del pecado y de la muerte», ha señalado.

«Hoy no venimos a juzgar a otros. Queremos mirar a Cristo crucificado y dejarnos mirar por Él. Estar con Él como María, como Juan, como las mujeres valientes», ha subrayado el Pastor diocesano, recordando que desde la Cruz brota el perdón, nace la Iglesia, se nos entrega a María, como Madre, y se nos revela la esperanza que no defrauda.

Durante su predicación, el Prelado jienense ha subrayado los múltiples dolores que atravesaron el alma de Cristo: la esclavitud de su pueblo, la dureza de corazón de muchos, la agresividad que despertaba su mensaje, el rechazo de los de los “justos”, el silencio del Padre. Dolores que, de forma persistente, siguen presentes en nuestro tiempo y que seguimos padeciendo los creyentes. Para continuar: «Ese grito desgarrador ­-“Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” – expresa el abismo más profundo del alma humana. Y, sin embargo, incluso en ese abandono, Jesús confía: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”».

Asimismo, en este Año Jubilar, Monseñor Chico Martínez ha querido subrayar que la Cruz no es el fin, sino el principio de la esperanza. Así, como “Peregrinos de la Esperanza”, ha invitado a los fieles a mirar al Crucificado con fe, no con tristeza. «Porque sabemos que después del sepulcro vendrá la vida. Porque la última palabra no la tiene la muerte, sino el amor». Y ha añadido: «No huyamos de la Cruz. Miremos a Cristo y aprendamos de Él. Acerquémonos al Crucificado con el corazón roto, con el alma abierta. No lo miremos desde fuera. Subamos con Él, como María, como Juan. Porque desde la Cruz brota la salvación, la Iglesia, los sacramentos, el perdón… Brota la Esperanza».

Tras la homilía, y durante la oración de los fieles se ha pedido por la Santa Iglesia; por el Papa; por todos los ministros y por los fieles; por los catecúmenos; por la unidad de los cristianos; por el pueblo judío, el primero a quien habló Dios; por los que no creen en Cristo; por los que no creen en Dios; por los gobernantes; y por los atribulados.

Adoración de la Cruz
Uno de los momentos de mayor recogimiento ha sido la adoración a la Cruz. El diácono permanente, acompañado por dos seminaristas, han llevado el Crucificado desde el coro hasta el presbiterio. Mientras se acercaban al altar mayor han pronunciado tres veces, “Mirad el árbol de la cruz donde estuvo clavado la salvación del mundo”. Posteriormente, el Obispo se ha descalzado y se ha quitado la casulla, para arrodillarse ante la Cruz. Más tarde presbíteros, seminaristas y pueblo fielhan hecho lo propio ante el símbolo de la salvación. Después se ha dado la Comunión de la reserva de ayer.

Bendición con el Santo Rostro
Al concluir la celebración litúrgica se ha llevado a cabo una de las tradiciones particulares de la Iglesia de Jaén. El Obispo ha subido hasta los balcones de la Catedral para bendecir a los jiennenses y los campos con el Santo Rostro, desde los cuatro puntos cardinales.